La meditación

Meditación Samatha y Vipassana

El mundo y todo lo que ocurre en él, es un reflejo de lo que ocurre dentro de nosotros. Nos empeñamos en rechazar todo aquello que fuera no responde a nuestra manera de concebir la vida. Hasta que no seamos conscientes de  que la raíz del sufrimiento se halla en la mente y radica en su ignorancia, no podremos transformar nuestras semillas de angustia y nuestros miedos, a quienes concedemos tanto poder.

La meditación se divide en dos aspectos fundamentales: la calma mental y la comprensión profunda o visión clara. Todo practicante sabe que para obtener una visión clara debe lograr primero la calma mental. Es por ello que este camino se convierte en un proceso necesario en el trabajo interior. Cuando una persona no desarrolla la quietud mental, el ir y venir de sus pensamientos será algo totalmente descontrolado, no podrá parar su agitación mental, y por lo tanto los pensamientos y las emociones surgirán continuamente y sin ningún control.

Cuando aprendemos a fluir con la meditación, este ciclo se detiene y logramos el hábito de poner atención a nuestra mente en el momento presente. Ya no nos dejamos dominar por las emociones, los deseos o los pensamientos de la misma forma. Al contrario, poco a poco aprendemos a transformar los pensamientos negativos en virtuosos, y las emociones dañinas en estados de plena consciencia y más felicidad.

La meditación es la base firme y primordial que sustenta todas las demás prácticas budistas. Su propósito es profundizar en la visión real de la vacuidad hasta realizar por uno mismo la falta de existencia independiente de todos los fenómenos.  Así vemos que nada existe como tal, incluso el -yo- no es más que una ilusión. Dejamos de fijarnos en la creencia de la existencia en sí misma de las manifestaciones o del yo.


Es muy importante preguntarnos sinceramente el motivo real por el cual deseamos sentarnos con las piernas cruzadas sobre un cojín. La meditación es una práctica que debe de conllevar constancia, todo ello nos permitirá unos beneficios que se nos harán visibles en el día a día. Este compromiso personal hace que una persona logre conectar consigo mismo, con la esencia, con la intuición, con la visión profunda, con la propia mente despierta. Nos abrimos al sufrimiento del mundo y a la compasión hacia todos los seres, incluidos nosotros mismos.

   

El camino del Bodhisattva

El budismo tibetano mantiene el objetivo del Mahāyāna, que es lograr el despertar (la iluminación) para ayudar a todos los seres a alcanzar este estado de la manera más eficiente. Esta motivación se llama bodhicitta, una intención altruista dirigida a la budeidad.

La budeidad se define como un estado libre de obstrucciones a la liberación y a la omnisciencia (sarvajñana). Cuando uno se libera de todos los oscurecimientos mentales, se dice que alcanza un estado de felicidad continua mezclado con un conocimiento simultáneo del -shunyata-, la verdadera naturaleza de la realidad. En este estado, se eliminan todas las limitaciones en la capacidad de uno para ayudar a otros seres vivos siguiendo el camino del bodhisattva. Un bodhisattva que ha logrado este objetivo se convierte en samyaksaṃ - buddha, o "Buda completamente iluminado."

Un samyaksaṃbuddha puede establecer el Dharma en un mundo y guiar a sus discípulos a la iluminación. Mahāyāna enseña que el despertar se puede alcanzar en una sola vida, y esto puede lograrse incluso por una persona laica.

Con este método se estudian los Sūtras o Suttas que son mayoritariamente discursos dados por Buda o alguno de sus discípulos más próximos.


   
   


         


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